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Retratos paraguayos en dos tiempos - Museo del Barro, Asunción, Paraguay

Así se titulo la exposicion realizada en el Museo del Barro ,realizada conjuntamente entre José María Blanch & Sub [Cooperativa de Fotógrafos] en el marco del festival "EL OJO SALVAJE", segundo mes de la fotografía en Asunción del Paraguay.
 

José María Blanch

Llegó al Paraguay en 1954 desde Barcelona en misión pastoral. Recorrió el país durante cincuenta años registrando escenas de la vida cotidiana de las familias campesinas y recogió muchas de estas imágenes en su reciente libro Campesino rekove (Fondec, Asunción, 2009). Otros temas de su interés han sido las comunidades indígenas, las ruinas jesuíticas y diversas puestas de teatro y ballet.
 

Sub [Cooperativa de Fotógrafos]

Integrada por Gabriela Mitidieri, Sebastian Acher, Nicolás Pousthomis, Olmo Calvo Rodríguez, Gisela Volà, quienes se reúnen en Buenos Aires. Producen reportajes, ensayos, noticias y fotos de archivo: algo parecido a una agencia, sin llegar a serlo.

Adriana Almada, Curadora

Conocí a SUB [Cooperativa de Fotógrafos] a través del ensayo 17 veces volver, expuesto recientemente en Buenos Aires bajo curaduría de Victoria Verlichak, quien define al grupo como “seis jóvenes cuyo trabajo suele involucrarse en reflexiones sociales, discusiones políticas e investigaciones históricas”. La serie, realizada en 2009, retrata la comunidad del asentamiento 13 de Mayo, en el departamento de Itapúa, desalojada 17 veces en los últimos seis años. 

No pude menos que sorprenderme ante la conexión que existía entre estas imágenes y el trabajo desarrollado durante décadas por el sacerdote jesuita José María Blanch. Radicado en el Paraguay desde los años 50 y en principio dedicado a la fotografía sólo para obtener insumos que sirvieran a su labor educativa, el padre Blanch –de origen catalán- registró con pasión y perseverancia los rituales cotidianos del campo paraguayo. No exentas de preocupación estética, sus imágenes en blanco y negro no dejan de mostrar –en su pretendido costumbrismo- los momentos duros de la represión stronista. Tal el caso de las series dedicadas a las comunidades de San Isidro del Jejuí y Aguaray -Departamento de San Pedro- realizadas en 1975, año en que Blanch acompañó y dio consuelo a las familias campesinas que integraban las Ligas Agrarias Cristianas, perseguidas por el régimen.
 
Blanch y SUB nunca tuvieron contacto. Hay, sin embargo, sensibilidades afines, una común manera de aproximarse al sujeto retratado. Desde la distancia, los desalojos y los juegos, la recolección de mandioca y las corridas de la policía, las siestas baldías y la inevitable fatiga, todo podría ser leído como una sola y misma historia en diferido: el campo “rozado” de Blanch resulta tan inhóspito como el mar de soja retratado por SUB y las escenas, a uno y otro lado del tiempo, parecen signadas por un mismo diagrama. En ambos casos, las fotografías delatan cierta sensación de “extranjería”, una distancia melancólica que confiere poesía a lo que podríamos considerar documento. Y comparten, claro está, las condensaciones del silencio, el miedo, la tensión de la vulnerabilidad. Hasta la secreta esperanza.

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