No todos pueden trabajar en aquello para lo que se han preparado. Sobre todo cuando se emprende el camino de la emigración. Así le sucede a la paraguaya Sonia Venialgo Mercado (42 años). Estudió Farmacia, pero aquí se dedica a labores más propias de la Geriatría. «Gano más en Vigo cuidando a gente mayor que ejerciendo de farmacéutica en mi país», afirma con cierta resignación. Es natural de Hernandarias, una de las ciudades más antiguas del departamento Alto Paraná. También se la conoce como la capital latinoamericana de la energía eléctrica. Su represa de Itaipú está considerada la más grande del mundo.
Hace tres años que Sonia Venialgo llegó a Vigo. «Vine por mediación de una amiga que me envió una carta de invitación. Lo hice solo por cuestiones de trabajo. Yo soy química farmacéutica de carrera. Estudié cinco años en la universidad y ejercí la profesión durante diez. Pero no ganaba más de 300 euros al mes al cambio, porque allá la moneda es el guaraní», argumenta.
Dice que es madre soltera y que tiene a su cargo a dos hijos gemelos de 14 años, lo que también la animó a emigrar, para intentar darles un mejor futuro. Por ahora los ha dejado a cargo de su padre, porque su madre ya le falleció. Cada mes les manda todo el dinero que puede. Pertenece a una familia de seis hermanos, pero todos están en Paraguay. «Tuve que ahorrar de mi sueldo, aunque también me ayudó mi padre y los hermanos, para poder costearme el viaje», señala.
Lamenta que haya llegado a España en el peor momento, debido a la crisis económica. Incluso duda de si ahora están peor las cosas aquí. «Trato de abrirme camino cuidando a personas mayores a domicilio y también en hospitales por las noches. Pongo mis anuncios en la calle para que me llamen y brindarles mis servicios. No tengo horario fijo. Puedo decir que trabajo mañana, tarde y noche, además de domingos y festivos, con el fin de conseguir un sueldo a final de mes. Porque la situación no es tan maravillosa como me la pintaban, aunque se trata de un problema global», explica.
No descarta que en el futuro se decida a convalidar sus estudios para poder ejercer de farmacéutica. Tampoco descartar regresar cuando haya ahorrado los suficiente para montar una farmacia en su país. Denuncia que en algún momento sintió cierta discriminación hacia los inmigrantes. «Nos pagan menos por el simple hecho de ser extranjeros, aunque muchas veces aceptamos empleos que no les gustan a los españoles. Lo que yo hago es más bien una vocación que una profesión. Pero venimos para trabajar y no podemos regresar con los bolsillos vacíos», afirma.
Muchas de las personas que cuida sufren demencia senil o incluso la enfermedad de Alzheimer, además de otras patologías como el Parkinson. «Es gente que supera los 80 años. Algunos utilizan sillas de ruedas y otras están ya encamadas. A mí me contratan los familiares. La mayoría viven con algún hijo o un sobrino, tras enviudar», manifiesta.
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