La guerra de la Triple Alianza y la masacre de los niños soldados, todos eventos de la historia del vecino país, se funden con las historias familiares de cuatros artistas en Paraguay rapé (Camino paraguayo), una muestra a propósito del Bicentenario que hasta el próximo 12 de junio se exhibe en el CC Recoleta. Matilde Marín y Luna Paiva cuentan la suya.
“Esta es la siesta paraguaya”, dice Matilde Marín, y señala la foto que tomó hace poco en Asunción, “a eso de las tres de la tarde”, en una casona vieja con las celosías de las ventanas cerradas. “Como llegué desde Buenos Aires no estaba acostumbrada, así que odiaba que me mandaran a dormir la siesta”, recuerda sus ocho años en Asunción la artista mientras recorre Paraguay rapé (Camino paraguayo), la muestra que hasta el 12 de junio se exhibe en la sala 6 del Centro Cultural Recoleta.
En el otro extremo de la sala, Luna Paiva percibe la leve inclinación de uno de sus dioramas lumínicos y lo corrige. Argentina de ascendencia paraguaya como Marín y también como ella, con raíces familiares que protagonizaron la historia del vecino país, Paiva recrea el desarraigo sin nostalgia. Con las obras Yukyty (Campos de sal) y Tekoha (el lugar del ser) respectivamente, los artistas paraguayos Joaquín Sánchez y Ángel Yegros –aunque no presentes–, completan esta muestra colectiva, curada por Victoria Verlichak a propósito del Bicentenario, y que rescata sonidos, imágenes y recuerdos pero también pone de relieve algunas aristas, por dolorosas, borradas de su historia.
Junto a la foto de la siesta paraguaya, Matilde Marín colgó otros dos fotografías que tomó ella misma y conforman Suite Villarica, en alusión a la casona de sus abuelos. Se suma una austera vitrina con fotos familiares, recortes de diario y mapas que reclaman para sí un orden marcado arbitrariamente por la fisonomía de un recuerdo. “El hombre del retrato es mi padre, y el que está señalado con en la foto de al lado es igual. Mi padre me estaría diciendo ‘es el primo de tal o cual’, porque todos los hombres de la familia se parecían mucho”, relata sobre su padre, exiliado en Buenos Aires por razones políticas.
Paiva Paraná Paiva, la obra de Luna Paiva en esta muestra, retoma con aprehensión su propia historia familiar en varias piezas, que fluyen como el río. Por un lado, un diorama lumínico reproduce un video de atmósfera ficticia a partir de las fotos que su padre, Roland Paiva, tomó río arriba, debajo un pájaro de colores estridentes brilla con su propia luz, igual que un paisaje que podría ser la definición visual de exuberante.
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POR MARCELA MAZZEI
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